viernes, 20 de abril de 2007

EL REGRESO

Cap. VI PLACIDA Y MATEO

Cuando se conocieron Plácida vivía en la Masía con sus Padres y dos hermanos que con el tiempo emigraron a Cataluña para ganarse mejor la vida, Mateo era del pueblo más próximo y un día de bureo acudió invitado a la matanza del cerdo; fué todo un día de trabajo y fiesta, ya por la noche a la lumbre del hallar la gente comía, bebía, cantaba y bailaba …Mateo bailó una Jota con Plácida.

Pasados cinco meses ( entonces estas cosas sucedían así), Mateo se acercó a la Masía, lógicamente no había podido avisar….¿Cómo?…los ladridos de los perros era la señal de que alguien se acercaba; Plácida y su Madre estaban esperando a su Padre para comer, al tiempo que controlaban el “perol” que suspendía asido a un artilugio de hierro sobre el fuego que producía la combustión de los leños.

Mateo se presentó y le dijo a Placida y a su Madre que si la moza quería venía a pedirles que se casara con él; Plácida, una joven de dieciséis años,enrojeció como un tizón; a la Madre la proposición le pareció magnífica ya que en la Masía hacían falta brazos y Mateo era un joven muy trabajador y apreciado en la Zona…

-Y tú que dices, Plácida? Le preguntó la Madre.

Llena de vergüenza , Plácida asintió levemente con la cabeza.

- Pues ya está, cuando llegue tu Padre lo hablamos y como seguro que dirá que sí a partir de hoy ya sois novios.

Al punto llegó el Padre y no se sorprendió al ver a Mateo, de lejos le había visto llegar.

- Mateo, muchacho…qué te trae por aquí?

- Ha venido a pedirnos la mano de Plácida (contestó su Mujer)

- Eso está bien, muchacho, Plácida es una buena moza y estoy seguro que hacéis una buena pareja; además desde que los hijos se fueron a las capitales malamente podemos tirar p’alante con todo el quehacer que hay en la Masia.

Sirvieron cuatro platos de puchero (patatas, alubias, tocino y morcilla) y se dispusieron a comer.

Los ojos de Plácida transmitían la alegría porque Mateo hubiera pedido su mano, era el hombre con el que había soñado siempre, teniendo en cuenta que desde la Masía a pocos hombres había conocido; sus Padres rebosaban de satisfacción ya que siendo Mateo un buen mozo, tenían resuelto el asunto (“dos brazos más para trabajar”, era el pensamiento recurrente de su Padre) de la continuidad de la Masía.

Esa tarde todo el trabajo pendiente se retrasó pues la sobremesa se hizo larga; Mateo se ofreció a echar una mano; mientras el Padre de Plácida se ocuparía de la huerta él sacaría al rebaño de ovejas y cabras a pasturar por los prados y Plácida y su Madre arreglarían las corralizas y darían de comer al resto de animales.

Esa noche Mateo se quedó a dormir en la Masia.

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