martes, 30 de enero de 2007

HISTORIAS DE MI PUTA MILI. CAPITULO III

UN DIA TRISTE


Como cada Jueves, a las 11 de la mañana teníamos tiro, para mí era el peor ejercicio de la semana ya que la gimnasia se me daba muy bien y la instrucción, una vez hecha la abstracción de eliminar todo simbolismo, también….el un! os! eip! aro!…la media vuelta, ar!… el cabeza variación izquierda, ar! y demás sandeces no suponían para mí ningún problema, hasta el punto que junto a dos compañeros más nos eligieron para reforzar al famoso "pelotón de los torpes" que no eran más que compañeros que debido, creo yo, a problemas de lateralidad o de ausencia de cultura elemental no distinguían la derecha de la izquierda o les faltaban reflejos u coordinación para , bruscamente pasar de una orden a otra.

A la pista de Tiro íbamos en formación hasta llegar a un enorme descampado con un muro de s o tres o cuatro metros de alto y unos ochenta de ancho donde había colocadas las "dianas".

Nos entregaban el mosquetón y tras unas someras instrucciones habíamos de cargarlo, poner el seguro, apuntar, quitar el seguro y disparar.
Ese ejercicio aparentemente tan simple producía en mi sensible organismo unos ataques súbitos de "cagalera" que incrementaban mi suplicio.
Jamás había tenido en mis manos un arma, ni una escopeta de perdigones, soy antiarmamentista; en el vasto significado de la acepción, y por si fuera poco un auténtico negado en aspectos mecánicos.
Comenzó la primera tirada…y no fui capaz de preparar adecuadamente el arma para disparar; eso sí, tuve la precaución de no dejar de orientarla hacia adelante para evitar cualquier posibilidad de accidente.
Cómo una exhalación vino hacia mí el Sargento armero y tras decirme de todo menos bonito me advirtió que si en los dos próximos lanzamientos que quedaban no hacía diana ya tenía el arresto garantizado…en ese momento y presa de la impotencia, el nerviosismo y la rabia, expulsé un pedo relleno, es decir me "cagué en los calzoncillos"…la situación era límite para mí.
En los dos lanzamientos posteriores y a la voz de ¡Apunten! ¡Disparen! ¡!!!!!!!!Fuego!!!!!!!!!!!!; mi cuerpo se balanceó hacia atrás al tiempo que apretaba el gatillo; por supuesto de los tres disparos que se disponía en cada lanzamiento ni uno solo hizo mella en la enorme Diana.

Al acercarse hacia mí el Sargento me sentí como el más infame asesino de la faz de la tierra; el relleno del pedo no me preocupaba ya que el hedor a tigre, generalizado, aunque estuviéramos al aire libre, anulaba el que la pituitaria más sensible pudiera percibirlo y yo tenía asumido que tenía que llevar conmigo la pequeña deposición hasta que pudiera ir al lavabo; lo que no sabía…y ya he aprendido es que a las tres horas el "relleno" se secó y por tanto el problema había desaparecido.

¡!!! Es usted un inútil!!!, me dijo el Sargento. Arrestado para el próximo fin de semana!
Bueno, del mal el menos, pensé.

Asumí que los planes que había hecho y me daban ánimo para soportar la semana se habían esfumado y sanseacabó…no podría ver a mi novia, ni a mi familia, ni a mis amigos, ni darme un baño, ni hartarme de comer, ni recoger la cajita llena de vituallas que compartía con mis amigos reclutas….!Qué más podía hacer!

En mi Compañía había un recluta que era de una Masía de Vistabella; nunca había salido más que al pueblo y a pesar de que era un buen chaval era extremadamente tímido, casi autista diria yo, parecía hasta desconfiado.
Más de una vez pensé lo que debería estar sufriendo el pobre chaval; se llamaba Juan y era la mofa de cantidad de compañeros que proyectaban sobre él sus propias miserias.

¡Pobre Juan!

En el tercer lanzamiento, a Juan, experto en el manejo de armas al ser la caza una de las ocupaciones favoritas de su vida el el monte, se le atascó el mosquetón, levantó la mano; así nos lo habían indicado, para avisar al Sargento, con la mala suerte y la imprudencia por su parte de dirigirse al Sargento con el mosquetón al tiempo que le comentaba que su arma se había atascado.
Un disparó salió de su arma, la bala hirió en el hombro al Sargento.

El grueso de la Compañía no se apercibió ya que el ruido de disparos era la tónica dominante en el Campo de Tiro, el Sargento cayó al suelo herido; acudió el Teniente, llamaron a la Ambulancia y al pobre Juan le encerraron en el calabozo ( creo que se denominaba Prevención).
La noticia corrió como la pólvora ( y nunca mejor dicho).

A Juan le querían someter a un Consejo de Guerra, situación que en el mejor de los casos te podía suponer tres años de cárcel y en el peor ….ni se sabe.

Al pobre Juan se lo llevaron dos Cabos Primeros cual si fuera el peor de los criminales.

Al Teniente le diagnosticaron una herida por bala,inciso-contusa en el hombro izquierdo, el pronóstico era "menos grave".

El arma se la llevaron al Maestro Armero para que hiciera el informe pericial.

A los dos días apareció en el Tablón de anuncios la Convocatoria de Consejo de Guerra para el recluta Juan, por imprudencia grave con consecuencia de homicidio frustrado; el Campamento estaba consternado( la solidaridad se suele manifestar cuando alguien está en una situación manifiestamente inferior a la nuestra y mezcla de morbo y lástima nos produce compasión), no podiamos entender como por una imprudencia a un recluta se le podía montar un Consejo de Guerra; el Consejo de Guerra se celebraría a los diez días de su publicación.

Juan estaba totalmente incomunicado, su familia al ser avisada se personó en el Campamento y bajo ningún concepto la dejaron contactar con él.

Llegó el día del Consejo, eran las 10 de la mañana, los Cabos Primeros encargados fueron a por Juan al calabozo….el Consejo de Guerra no se iba a celebrar.

Juan se había suicidado.

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