viernes, 23 de febrero de 2007

HE TOCAT A CLARES

1ª parte


El vuelo, como casi siempre, llegaba con retraso; yo estaba muy nervioso, el profesor López Aranguren era uno de mis ídolos, durante mi época de estudiante de Filosofía Pura y concretamente en la asignatura de Metafísica el programa estaba basado casi integramente en el "Tratado de Metafísica" del profesor.

El avión había aterrizado, yo esperaba en la salida y como habíamos quedado no hacía falta ningún elemento identificador ya que, si bien él no sabía quier era yo (ni tenía porqué) yo le conocía sobradamente.

Comenzaron a salir pasajeros, el Profesor no aparecía...al punto divisé a lo lejos la figura de una anciano venerable, más bien bajito, con una maletita en la mano derecha...!Ahí está! ( me dije).

D. José Luis!, le dije asertivamente...
Disculpa, Ignacio, se ha retrasado el vuelo...
No importa, vamos muy bien de tiempo.

Nos dirijimos hacia el coche y lo primero que me dijo fué: "Ignacio, a mí hablame de tú...me siento incómodo con los protocolos innecesarios".
!Cómo iba a tutear a uno de los más grandes filósofos que ha habido en España! !Cómo iba a tutear a mi "maestro"...a mi "idolo"!.
Mire D.José Luis, como me va a ser imposible tutearle permitame que le llame "profesor"...
Como quieras, me dijo.

¿Cómo ha ido el viaje, profesor?
Bien, muy bien.

Llegamos al hotel, le dije que a las 19'15 pasaría a recogerle ( la conferencia era a las 20 h.) y me respondió que si no me importaba, como el sólo tenía que darse una ducharápida, pasara a las 6 de la tarde y , si no me importaba, pateariamos Castellón.
!Cómo me iba a importar! para mi seria un privilegio.
Es que me gusta patear los sitios a los que voy, es la única forma de conectar con los lugares, con los aromas,con la gente.

A las seis menos cuarto estaba en el hotel, el profesor ya me esperaba.
Pateamos Castellón durante una hora y luego nos sentamos en la terraza de un bar y el se pidió un güisqui.

La conferencia fué un éxito, el Salón de Actos de la empresa estaba a rebosar, incluso unas decenas de personas no habían podido entrar.

Nos fuimos a cenar.
Mi grabadora natural seguía conectada...
Después del café y el güisqui le acompañé al hotel, a la mañana siguiente teníamos que ir a Morella, el profesor tenía mucho interés en conocerla; había que madrugar.

En aquélla época la Empresa disponía de coche oficial y chófer, yo hubiera preferido que fuéramos en el mío pero el chófer era un gran admirador suyo y me pidió que dejara que nos llevara él; así lo hicimos.

Morella le sorprendió, le encantó, le cautivó...y si que nos la pateamos, sí, cuesta arriba, cuesta abajo...nos sentamos en una terraza de la calle "de los porches" a tomar un café, la radio ( en Morella hay una emisora comarcal de la SER) estaba conectada y justo en ese momento ( la visita era totalmente de incognito) estaban comentando que Morella se sentía honrada con la visita de uno de los más insignes pensadores que había dado España ( es curioso cómo la gente reconocía al profesor cuando nos cruzabamos en el "pateo"; incluso un electricista al cruzarnos con él le dijo: " A usted le conozco yo, es el profesor Aranguren; que uno es electricista, pero no inculto".

Al momento (Morella es un pueblo pequeño) ya estaban los de la radio...el profesor se prestó amablemente a que le hicieran una entrevista.

La comida la teníamos reservada en el Hotel del "Cardenal Ram"( uno de los edificios insigna de Morella), antes de levantarnos para ir a comer el profesor me dijo "Ignacio, el chófer come con nosotros, no?" ( por si acaso yo había reservado otra mesa para Vicente, así se llamaba el chófer, y cuando le dije que comeríamos los tres la alegria le salía por los ojos"

El profesor Aranguren a sus 86 años era un vitalista nato, estaba lleno de ilusión por vivir...era un hombre sencillo, afable, educado, antidivo...que parecía que le molestaba que tuvieramos deferencias con él.

Al despedirnos me pidió una tarjeta, se la dí ( no sé para qué la querrá....en fin.)

A los quince días recibí un paquete por correo certificado que contenía seis libros; tres para Vicente y tres para mí, exhaustivamente dedicados y una tarjeta inmaculada donde , de su puño y letra me daba las gracias por mi hospitalidad y por mi amistad; yo alucinaba como un pepino.

La tarjeta y los libros los guardo como oro en paño.

Seis años después me enteré de su fallecimiento por la tele.

!Que sencillos son los grandes!

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