LA PLAZA DE LAS AULAS
Capitulo I
En aquélla época Castellón, a pesar de la luminosidad mediterránea, era una ciudad triste, la fratricida Guerra Civil había terminado y no sé si la posguerra, para algunos, fué peor que la guerra; la miseria lo invadía todo, la pobreza era compañera inseparable de la mayor parte de las familias y sólo unos pocos poderosos, ajenos al drama, vivían cual señoritos gracias a los huertos de naranjos que poseían y que dirigían delante de una buena copa de cognac y detrás de un buen puro desde los salones de uno de los casinos de Castellón; allí coincidían con otros poderes locales; los políticos, los militares y el clero, todos ellos convencidos de que España se había liberado de las garras del comunismo, de la maldad de los rojos.
Don Senén no solía frecuentar esas tertulias; era el paterfamilias de una numerosa familia que con el esfuerzo de sus padres había conseguido finalizar Derecho en Valencia y trabajaba en el bufete de uno de los pocos abogados que tenían "despacho" en Castellón; estaba casado con Aurora, chica de Castellón con la que hacía seis años que se habían unido en matrimonio, tenían cinco hijos; tres varones y dos hembras; era una familia de la clase media, entonces muy escasa, que sobrevivía con estrecheces pero sin excesivos apuros.
D. Senén era un hombre trabajador, inteligente y sencillo que no participaba de las ideas del "régimen" pero, o bien por miedo, o bien por precaución o seguramente por inercia no manifestaba sus ideas públicamente y hasta pasaba por ser "uno de los nuestros", según solía decir D. Alberto, el abogado para el que trabajaba.
La mayoría de la población llevaban su miseria con dignidad, ajenos a la tragedia que soportaban ya que al estar aislada la nación tenían asumido que nosotros éramos los buenos y el resto del mundo los malos.
El racionamiento, el estraperlo, el hambre...se solapaban con la convicción de que el sufrimiento dignifica, el problema es que algunos librepensadores tenían claro que sólo los pobres tenían dignidad porque sólo los pobres sufrían.
Mientras, los poderosos tenían la convicción de que dando empleo a las chicas que de los pueblos bajaban "a servir" y a los chicos que, junto a ellas, bajaban a trabajar en la recolección de naranjas ya cumplian , en parte, como cristianos; el resto lo completaban yendo a Misa Mayor los Domingos, confesando y comulgando, rezando rosarios y dando, muy de vez en cuando, alguna limosna a uno de los innumerables indigentes que invadían las calles de la ciudad.
Los hijos de D.Senén, como no conocían otra cosa y hambre no pasaban vivían felices ya que el entorno familiar les proporcionaba cobijo, alimento, comprensión y mucho amor; eso sí se hartaban de boniatos, patatas,naranjas y algo de carne de pollo de vez en cuando.
Dª Amparo se sacaba un sobresueldo cosiendo para las mujeres de los poderosos amigos de su marido que compartía con las labores propias del hogar y los interminables remiendos que hacía para que la ropa de sus hijos, que iba pasando de mayores a pequeños ,sobreviviera el mayor tiempo posible.
Vivían en una casita con planta baja y primer piso que Doña Amparo había heredado de sus padres, en la Plaza de las Aulas, que debe su nombre a las Aulas que constituían una de las pocas Escuelas con las que contaba Castellón.
Un 23 de Diciembre, D. Senén había conseguido, lógicamente de estraperlo, comprar dos paquetes de cigarrillos "Ideales", cinco litros de aceite y un enorme pavo.
El día de Nochebuena acudió puntual a su despacho y cometió la imprudencia de llevarse uno de los paquetes de "ideales"; cuando llegó D. Alberto, sobre las diez, observó que D. Senén tenía sobre su vetusta mesa un flamante paquete azul y negro del tabaco que sólo podía fumar la clase pudiente ( que por otra parte al ser los que dominaban el estraperlo estaban exentos de cometer delito).
Buenos días D. Alberto!
De dónde ha sacado ése tabaco? respondió D. Alberto en tono recriminatorio.
Lo he comprado, D.Alberto.
De estraperlo, claro!
El bueno de D.Senén no supo que contestar y ante su silencio D.Alberto le respondió.
Usted como letrado que es sabe perfectamente que el estraperlo está penado, y bién penado que está!
En fin, espero que no se vuelva a repetir,por esta vez le salva el ser "uno de los nuestros".
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