lunes, 19 de marzo de 2007

LA PLAZA DE LAS AULAS

Capitulo XV LA TERAPIA


En el Departamento de Psiquiatrìa del Hospital General se limitaban básicamente a mantener a enfermos con patologías crónicas tales como la Esquizofrenia, la Psicosis maniáco-depresiva y hasta la demencia senil, deterioro más que enfermedad propiamente dicha del sistema neurovegetativo... más que sanadores eran cuidadores.

D. Alberto había conseguido que a Rubén le "habilitaran" un despacho adecuado para llevar a cabo sus terapias, que de momento era sólo la de Marieta.Un viejo y mullido sillón es lo único que distinguía su despacho para "transformarlo" en una sala de terapia psicoanalítica; !Menos da una piedra!

Ruben mantenia excelentes relaciones personales con sus compañeros, si bien, estos, no podían evitar verlo, en terminos profesionales , como un bicho raro o un protegido de D. Alberto.

Las sesiones venian a durar entre hora y hora y media y consistian en, una vez creado el ambiente más propicio...poca luz, que el paciente se sintiera cómodo y lo más deshinibido posible, a preguntas abiertas y precisas del terapeuta;que el paciente comenzara a hablar de su pasado, de su niñez para así intentar dar con algún episodio que hubiera podido ser traumático para él ( normalmente archivado en su subconsciente) y que pudiera relacionarse con el origen de su enfermedad.

Para Marieta las sesiones le provocaban un conflicto de atracción-repulsión; atracción porque suponían recuperar del subconsciente momentos y situaciones placidas y agradables y repulsión porque a veces Rubén insistía demasiado en que Marieta profundizara en los episodios más traumáticos de su vida...las muertes de su Madre y de su hermano; la enfermedad de su Padre...eran recuerdos por los que Marieta preferia pasar de puntillas y Rubén con exquisita habilidad hurdía para intentar dar con alguna situación puntual que sin ser consciente el paciente le hubiera producido un trauma que fuera la causa de su paralisis.

La tarea era compleja, al paso de las sesiones Rubén era presa de su fracaso, lo más probable es que no existiera tal trauma y además él era un principiante enfrentado a su primer y difícil caso que le había llegado por compromiso.

Marieta no había experimentado ninguna mejoria, su brazo continuaba inmóvil, colgando de su hombro como un trozo de materia fláccida e inerte.

Mientras tanto su vida continuaba igual, su Padre iba mejorando poco a poco y el tono de sus músculos habían evidenciado una levísima mejoria; Trini se había erigido en el "alma mater" de la familia, su presencia había sido providencial, Jaime, Lidón y Martin seguían bastante ajenos a la compleja situación y Alberto continuaba desviviendose en atenciones hacia Marieta.

D. Alberto comenzaba a asumir que esta vez su intuición había fallado.

Pero nada se había perdido.

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