viernes, 2 de marzo de 2007

LA PLAZA DE LAS AULAS

Capitulo III EL LUPANAR


Aquél año la cosecha de naranjas había ido muy bien y las más optimistas previsiones del rendimiento que iban a obtener de la campaña se vieron ampliamente superadas.

La "peña" de D. Alberto decidió celebrarlo con una cena, sólo para hombres.

"Entonces el Jueves a las nueve en el Casino, de acuerdo?"

A la cena sólo faltaba Pantagruel, aquéllo fué una auténtica bacanal de comida, bebida, excesos...

Uno de los comensales había contratado por su cuenta, el dinero no era problema, a unas señoritas de un lupanar de Valencia, una por comensal; lo había llevado con un sigilo propio de su alto cargo en la Comisaría de policía,casi nadie sabía nada.

El menú estaba compuesto de Langosta, langostinos,cordero al horno, Dorada al horno,Capón relleno de carne de magro con ciruelas y de postre una enorme tarta de chocolate ( ése menú era pecado social en aquélla época); para beber el mejor vino que había, el mejor champagne que había...y los mejores cigarros habanos que, lógicamente de estraperlo, habían podido conseguir.

La cena discurrió por los cauces esperados; los camareros estaban debidamente aleccionados ( por dinero baila el perro) para tener los oidos sordos y la boca muda, el ambiente era de euforia.

Cuando llegó la hora de los cafés, D. Alfonso, que así le llamaban al policía, se ausentó un momento, bajo donde esperaban las señoritas del lupanar; el sordomudo Director del local ( a quién había colocado D.Alfonso) hizo salir de donde estaban escondidas a las damiselas, D.Alfonso les dijo "Lo acordado, eh! subís detrás de mí y cuando yo diga !Adelante! entráis en el Salón y cada una de vosotras os sentáis en las rodillas de cada uno de mis amigos!

D. Alfonso ya había contratado las habitaciones del único Hotel que había entonces en Castellón y a los dos únicos taxi que había entonces (las licencias las daba él).

Por un momento se olvidó que las señoritas esperaban fuera, los vapores etílicos flotaban en el ambiente y se habían apoderado de él.

Súbitamente se levantó de la silla y dijo :"Señores, vamos a brindar" "Por la magnífica cosecha de naranjas que ha propiciado esta cena, por la carne que hemos saboreado y.............por la que vamos a degustar; !Adelante!", las señoritas irrumpieron en el Salón y conforme a lo acordado ocuparon los asientos que tenían asignados; la sorpresa fué tan agradable como inesperada.

D. Alfonso, que lo tenía todo previsto, comentó a los amigotes que, por orden, llamaran a sus mujeres para decirles que dormirian en Valencia ya que a las nueve del día siguiente tenían una importantísima e imprevista reunión; así se hizo, uno a uno fueron llamando a sus domicilios ( eran de los escasísimos que tenían teléfono) y convencieron a sus abnegadas e ingenuas mujeres de la coartada.

En la oscura noche de Castellón dos coches esperaban en la puerta, eran coches destartalados pero con asientos supletorios plegables que acogían a siete pasajeros mas el taxista, sin mediar palabra se fueron aposentando caballeros y señoritas y el sordomudo taxista les llevó hasta la puerta del Hotel.

A las siete de la mañana siguiente los mismos coches esperaban en la puerta del improvisado lupanar para trasladar a las señoritas a Valencia.

A partir de las doce del mediodía fueron amaneciendo los empachados señores... en el hotel había un suculento desayuno de chocolate con churros esperandoles.

El cansancio mezclado con la promiscuidad satisfecha hizo que devoraran las viandas del amanecer (cuando el Sol hacía horas que había salido); allí mismo, como si fueran "Caballeros de la Mesa redonda" tomaron una firme y vinculante decisión; todos los primeros Jueves de mes tendrían una reunión en Valencia; de trabajo, por supuesto, y visitarian a las señoritas del lupanar.

Cuando a las cuatro de la tarde D. Alberto llegó a su casa, su solícita esposa le recibió con un "!Qué cansado debes estar! !No deberías trabajar tanto, Alberto!"

"Sí cariño, preparame una manzanilla y trataré de descansar hasta la cena!"

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