miércoles, 14 de marzo de 2007

LA PLAZA DE LAS AULAS

Capitulo XI LA RUINA DE LOS SEÑORITOS


Las tertulias de los señoritos ( en esta zona y en Andalucía se denomina “señorito” al terrateniente que vive sin trabajar) continuaban celebrándose en el Casino, ése año las previsiones de la cosecha de naranja eran buenísimas, la bonanza climatológica de Diciembre y Enero había propiciado una calibre y calidad en el fruto que no se recordaba desde hace años; a las tertulias mañaneras D. Alberto no acudía, su trabajo en el Despacho se lo impedía y aunque fuera considerado un señorito ,D. Alberto vivía de su trabajo como abogado, si bien su privilegiada posición e influencia hizo que en su tiempo adquiriera las suficientes hectáreas de naranjos para que su economía se viera cada año incrementada por el beneficio que le aportaba la venta del fruto; D. Alberto era un tipo listo de veras y por si la cosecha no iba bien invertía anualmente la mitad de los beneficios en la otra fuente de riqueza de la zona; el azulejo.

El frío se apoderó súbitamente durante los últimos días de Enero, la camisa no les llegaba al cuerpo a los señoritos ( con 0º sostenidos durante cuatro horas el fruto se helaba indefectiblemente), ésa noche la mínima había descendido hasta 0’2 º y el frío seguía.

La noche del 2 de Febrero de 1.956 la temperatura descendió hasta –3º, ¡La naranja se había helado!

Fue un duro golpe para la maltrecha economía local ya que a parte de los señoritos, miles de familias dependían de la Campaña; los hombres en la recolección del fruto y las mujeres en los Almacenes de las Cooperativas.

A la semana siguiente el “golpe de gracia” asestó con fuerza, el frío era tan intenso (-7º en Castellón) que se habían helado hasta los naranjos.

Los propietarios de los huertos habían pasado de prever una buena cosecha a perderlo todo.

Los huertos donde se asentaban sus naranjos habían perdido todo su valor económico ya que sólo cabía el arranque de los árboles muertos y la replantación y para ello era menester mucho capital; muchos se arruinaron, otros como D. Alberto aprovecharon la coyuntura para comprar a precio de saldo una enorme cantidad de Hectáreas, de momento ahí estaban, más adelante ya planificaría la replantación; ése año D. Alberto tuvo que disponer de casi todo el capital que tenía ahorrado para la “operación compra” y su nivel de vida no se vió alterado ya que con lo que le reportaba su Despacho y con los dividendos de las fábricas de azulejos iba más que sobrado.

A pesar de todo, la suerte fue que los labradores son gente sufrida y la mayoría de propietarios tuvieron que echar mano de sus ahorros para vivir, tiempo tendrían para replantearse el futuro.

La familia de Tica lo pasó mal, pero pudo, con gran esfuerzo, superar el golpe ya que de inmediato comenzaron a arrancar los árboles secos y a prever la compra de plantones para reactivar en tres años la producción de naranjas; eso sí, tuvieron que apretarse el cinturón y secaron el pozo del dinero guardado.

A pesar de la tragedia, la vida continuaba.

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